La pandemia, el confinamiento, los problemas empresariales, etc. nos deberían enfocar hacia una sociedad más cooperativa, colaboradora. Solidaria y sensibilizada con los problemas que ha puesto de manifiesto la crisis socioeconómica. Esta nueva dinámica social debe abandonar las fórmulas adversariales en la gestión de conflictos. Y ello, exige especialmente de los abogados la utilización de nuevos y más adecuados medios para resolverlos.
La Negociación como mero trámite

Hasta ahora, el abogado clásico se preparaba para la contienda jurídica. Solo contemplaba el previo intento de negociación como un mero trámite sin demasiada esperanza. Hoy en día la mediación constituye una útil herramienta que amplía la gama de posibilidades en relación con el manejo de un litigio. Así, el profesional puede ofrecer a su asesorado más opciones para la satisfacción de sus necesidades e intereses. Y de una forma más rápida y menos costosa.
La visión actual: la negociación no es un trámite, los pleitos si lo son
Hoy en día es el pleito lo que se ha convertido en un mero trámite, donde la labor del abogado es “llevar el agua su molino” a toda costa. Sin poder concentrarse en los verdaderos intereses de las partes, y sin poder controlar el proceso y ni el resultado. Toda la tramitación se ve envuelta en inseguridad, aunque el letrado esté convencido de tener argumentos sólidos y certeza sobre un resultado favorable para los intereses de su cliente. En el litigio nunca no se puede descartar totalmente una derrota e incluso si es victoria que esta devenga pírrica o agridulce.
Existe un interés común de los clientes que es la resolución de la controversia. Poco preocupa cómo llegar a la solución. As está en manos de los letrados aconsejar adecuadamente, pensando en el cliente, la vía más rápida, ágil, confidencial, económica y satisfactoria.
Frenos a la Mediación
Existen dos asunciones muy arraigadas por las que los abogados se resisten a aconsejar a sus clientes el procedimiento de la Mediación.
La primera es que uso de la mediación puede reducir sus minutas. Es cierto que se trata de un proceso donde los honorarios son inferiores. Pero también es cierto que la agilidad del procedimiento permite asesorar en más procedimientos de mediación. Procedimientos en los que el trabajo del abogado está incluido en sus honorarios.
En segundo lugar, muchas veces se piensa que la mediación puede ser una pérdida de tiempo porque el abogado de la contraparte tiene una posición muy negativa o una actitud irreal con respecto sus posibilidades en un juicio. Hay que tener en cuenta que el proceso de la mediación abre la posibilidad de contrastar la realidad, pudiendo el abogado-mediador aterrizar las posiciones rígidas del contrario en una negociación que contraste con una realidad más objetiva.
Poner el foco en los verdaderos intereses de los clientes
El abogado debe pensar en lo más beneficioso para el cliente: cómo solucionar el problema y cuál es la mejor vía para resolverlo. Pocas veces no resultará lo más conveniente orientar al cliente hacia la mediación. Ya que en este proceso aquél evaluará adecuadamente sus verdaderos intereses y necesidades. Los cuales, además, suelen estar envueltos en una nebulosa y espiral de emociones y sensaciones irracionales. La racionalización del conflicto que implica la mediación en muchos casos, evitará pasar por el trámite y el “trago” del proceso judicial. Lo que supone años de incertidumbre y desconfianza para un resultado que por el mero trascurso del tiempo será de por sí insatisfactorio.